Soy Laura María, nací en Colombia en 1986, un país de muchos conflictos, pero al fin hermoso, el más hermoso de todos. Nací en Tuluá, un pueblo mediano y agradable, en el seno de una familia amorosa, aun cuando con las tensiones que nunca faltan. Soy comunicadora social por la Universidad Javeriana de Cali. Y no, mis grandes logros no son públicos, a pesar de que ahora esté publicando mis escritos. Mis mejores logros están en casa, soy la madre de seis hijos. En el 2015 decidimos, mi esposo y yo, irnos a vivir al campo. Desde esta experiencia rural y a partir de que hemos decidido educar a nuestros hijos en casa, es de donde se multiplican a diario mis aventuras, experiencias y enseñanzas. Mi vida es una vida privada, sin redes y sin enredos, con mucha atención hacia mis oficios maternos y labores de campo. Soy católica, oro, leo y aprendo y, como cualquier mortal, también sufro y cometo torpezas; tengo Esperanza, me informo de las cosas que pasan y le apuesto a un mundo mejor. Desde aquí estoy segura de mi aporte, de mi pequeño aporte, corroborando con Ernst Schumacher que lo pequeño es hermoso, y esa es mi motivación de madre que veo cada día crecer. A mí me pusieron Juan David, nombre que hasta hace poco no oía en muchos. Nací en el Valle del río Cauca, una madrugada de jueves cuando era 1981. Allí me crié, me malcrié y renací. Me metieron en el colegio de los jesuitas, en la universidad de los franciscanos y aprendí cosas: vi -entre todo- buenos ejemplos. Me metieron a patinaje, a judo y finalmente a natación, en donde hice bien nadando rápido. En el colegio jugué ""ping-pong"" (tenis de mesa) y water-polo. No fui concentrado, ni buen estudiante. No pude con las matemáticas después de la aritmética. No me entraba el inglés, no fui muy cumplido; jugué con muñecos, fichas y carritos, con canicas y juegos inventados. A Guevara me lo encuentro en todos esos intensos años de colegio y natación, ahí estás; luego vendrá el Chico y algunos otros bien grabados en lo profundo: Gracias. Antes de ser consciente del tiempo ya no tenía a papá y a mamá juntos; de lunes a viernes en casa con má, el viernes me entraba una nostalgia y en la tarde, después de las piscinas, mi papá me recogía. El fin de semana era bueno allá, pues se emprendía viaje a la finca aun cuando Judith (mi madrastra) era fuertecita conmigo. En la tarde de domingo, mi padre me devolvía a la casa en el sur; eran recorridos en cámara lenta y con la ciudad apagada en medio de las últimas recomendaciones... Me chocaba un poco volver a entrar en el otro mundo, pero bueno... Recuerdo oír de mi mamá -Ah, igualito a su papá, ahí está Manuel García pintado. De raza, soy un quemadito criollo como tantos, aun cuando siempre me he identificado con algo especial... El cruce de mis genes da para un tipo buena gente, mientras que en el cruce de mi alma hay un vívido entendimiento y sensibilidad. Dios me ha amado siempre, es Él el de siempre, el de niño y adolescente, el que me ha dado visión en medio de las loqueras, los mundos electrónicos y mis primeros escritos de juventud. Oro, amo, busco, leo y aprendo. Soy un desadaptado innato. Me estremece la música, de ahí que la mala me causa tanta repugnancia. Me sorprende la realidad. Me identifico como un campesino, como el campesino del Monte Cristo: siembro y siembro, de la misma forma en como soy sembrado. Lo mundano del mundo es la institución del fariseísmo. En este sentido, el mundo es una institución farisea. No, rechazo eso. Dios me ama, yo le amo y soy libre. Mis áreas de conocimiento, acción y contemplación son la familia, la agricultura, la ganadería, la Filosofía y la Teología, especialmente la que se refiere a la Voluntad de Dios, según los escritos de Luisa Piccarreta.